viernes, 2 de marzo de 2012

La camada feroz de Begoña Callejón



La camada feroz es un libro en prosa poética donde se recogen las vidas de veintiún artistas alemanes entre el siglo XVIII-XX. Cuatro alumbramientos que nos invitan a descubrir qué había detrás de cada uno de ellos, sus inquietudes, miedos y esperanzas. Esta aventura parte desde el sanatorio Beelitz-Hëilstätten (Berlín), lugar donde Hitler acudió a curar sus heridas tras la batalla de Somme. Zajra, la protagonista, será la que descubra a partir de ese lugar la existencia de artistas tanto anteriores como posteriores a la II Guerra Mundial. La muerte del Tercer Reich es el abandono del miedo.
(Palabras de la autora sobre el libro.)

Tres poemas de La Camada Feroz:



SANATORIO BEELITZ-HEILSTÄTTEN
Suroeste de Berlín


Avanzan hacia mis ojos figuras huérfanas de un mapa que ha comenzado a dibujar su itinerario. Pagará el invierno. Pagará la nieve. O tal vez cada palabra que se haga silencio en la memoria náufraga de un pájaro muerto. Donde los rostros canten con la certeza de que los rígidos hilos del ayer fornican hacia el espejo incendiado.

Detrás de mis pasos el bosque se aproxima. Húmedo. Arrepentido. La batalla de Somme ha terminado y Adolf Hitler decide curar sus heridas. Rompe las cartas - NO MIRAR – serpientes en movimiento pactan su suicidio.

© 60 edificios: enfermedades contagiosas, rehabilitación, crónicos, enfermos mentales, incurables.
© 200 hectáreas.
© Salón de actos y capilla.
© Un hospital de guerra, 17.500 convalecientes.


He nacido tantas veces que arrojo vocales al cielo para atravesar las ventanas de arena negra. Y aquí estoy, con una mano en la garganta. Ebria de alimentar al miedo. Soy la niña que se balancea en la cornisa de humo. La que parió miradas húmedas para regalar a los muertos.
La que fue soñada.

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Johann Christian Friedrich Hölderlin
(Lauffen am Neckar, Wurtemberg, 20 de marzo de 1770 - ...)



Te arrodillas ante el mesón Santo de Schiller. Luchas contra su ingenio para buscar tu libertad. Una velada más, alcohol, alas de palabras y gatos enfermos. La catarsis de los pecados haya consuelo en el agua de la fuente {Lo que atraviesa el espíritu es lo que no se ve}. El vivo muerto crea una alianza con la triste alegría. El viento demente averigua quién me busca, suplica al ejército francés, a las guerras profanas, del ayer, del hoy y del mañana. Las Hespérides no buscan a la nación elegida, vosotros, germanos errantes sobre mortajas negras, espías de las sombras, tratáis de que la noche sea densa para soplar a los carromatos en busca de la niña-monstruo.

Thalia le abre los ojos al Hiperión. Jena se alimenta de sábanas y raíces. Susette encuentra un nuevo vestido. Diótima las alas.

- Ich erreich ihn nie, den weltumeilenden Flug der Groβen - .
Lamento que se vestirá de sueño audaz.
Lo sabes…
LOCO.
▀ Junto a Zimmer.
Síntomas:
dolor de cabeza
escupe sangre
cambios anímicos
Y aquel viaje a Roma…

¿Dónde están las lágrimas ácidas de las cartas? Las partidas se vuelven fugas. Autoanálisis para cubrir los agujeros de dulce ausencia.
(No es culpa mía). (No es culpa tuya).


El brote psicótico tiembla en el cuerpo debilitado. Bendícelo. Desnuda las olas de luz oxidadas por los sueños. Mi desconocido hermano, gritaré, gritaré hasta que tu sombra haga crujir mis venas, hasta que encuentre el blanco olor de la infancia, sólo quiero que tus huesos me guíen hasta las alucinadas pesadillas que nacen en tus entrañas.
Subes a un carro hacia el psiquiátrico de Tübingen.
El verano termina.
El Neckar te regala violines rotos y tú creas una canción.
Una imagen en movimiento.

¡Olvídenme, niños!



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Rainer María Rilke
(Praga, 4 de diciembre de 1875 - ….)


Alguien trata de arropar un poema a través de la forma, del ritmo, de la luz que existe dentro de la luz. ¿Estás ahí? Una mano se desliza hacia el refugio.
El abecedario de los horrores agita tu cuerpo temeroso, escuela militar que no acepta huesos, ni perros que comen huesos y menos aún enfermos que saben nombrar lo que nadie sabe. Bremen calma tu voz arenosa. Worpswede pasea por el departamento de juguetes y encuentra una mandrágora. Tú te agachas a recoger conchas tras los pasos de Lou mientras el psicoanálisis atraviesa el pasadizo entre ojos moribundos y alas de mariposa.
Envías cartas a un joven poeta brincando hacia nuevas alianzas.

Oh, ¿no son los símbolos desbordados un dulce duelo para improvisar las alas de un pájaro?, ¿no son los corazones sino estrellas que vibran ante el ritmo más breve? Dímelo tú, sólo tú. En silencio.

Y así, una noche de luna, el secretario de August Rodin va creciendo entre esculturas. Sabes que con un papel se recorren los caminos de la metamorfosis. Has sido uno y después otro. Doblas las piernas y sujetas con fuerza a Ruth. Clara pasea. Otra vez. Las puertas del castillo de Muzot abren a las visiones del invierno y se cierran a las piedras pegadas en las escobas. No me esperes. Habla.

(…………………)

¿Juegas a la Muerte? ¿A la Noche? ¿A ser Amante? ¿Amigo? ¿Hermano?
Atónito, contemplas la leucemia.
El destino es tiempo, hiere, lo sabías.
Delirios de un alemán solitario.

(…………………..)


Rose, oh reiner Widerspruch, Lust,
Niemandes Schlaf zu sein unter soviel
Lidern.





jueves, 1 de marzo de 2012

Noche sin clausura de Laura Giordani


Tres poemas del libro:

Estas cuencas que se alzan
y no te ven, alojan
dos lunas muertas.

Nos parecemos:
con la luz del vocablo
yo te alumbro
luna para otros, rayo
extenuado pernoctando en mi frente.

Lo demás para las dos
es fulgor prestado, noche
sin clausura.

[Luna de una ciega]


 
Este cielo –archipiélago encendido sobre los cráneos- será prodigio renovado cada noche, mientras los ojos se abran al fulgor que llega tardío a las retinas, fogata de un náufrago muerto hace tiempo. Nuestras cuencas rastrean algún signo, alguna hoja de ruta en los astros convalecientes de un esplendor remoto, como si custodiaran algo que nos pertenece en su pulso quebrado por la longitud del viaje.

Traducimos en belleza ese furor de polvo y gases y luz a la deriva: diáspora que sólo encuentra permanencia en nuestra frente.


[Cielo nocturno]


Suspendidos en la pelvis, dos frutos custodian las semillas con la luz opalina de sus yemas. Arca de los nacimientos, almácigos con todas las edades a cuestas, resistiendo en la penumbra la extenuación de las fuentes con el hálito de la sangre y la sola determinación de su seda.
La luna alza sus racimos en la tierra y hunde en el vientre de cada mujer sus esquejes, orbita el sueño de la materia, el mandato de nacer y morir desovando veintiocho soles muertos.

La humanidad estiba todo su polen: los por nacer, los que nunca asomaron, en dos barcas blandas diminutas como almendras.

[Ovarios]


 

Del prólogo de Mariel Manrique:


Laura escucha la respiración de la tierra bajo la que tiembla un mundo. Ejecuta una delicadísima tarea de arqueología, exhumando lo que debe tatuarse en la memoria. Lo hace con la serenidad que destilan las imágenes pintadas por Fra Angelico y la determinación infatigable de quien no puede sino hundir sus manos en la noche más negra, para arrancarle los destellos que nos permitan seguir de pie. En los poemas de Laura no hay impostura, prótesis ni ornamento; no tienen flecos ni sobras, no hay exceso. Han sido cincelados amorosamente, con toda la ternura y la fiereza de la que el amor es capaz. Los poemas de Laura no son artefactos. Son la resistencia convertida en acto poético puro por una mujer que salta sin soga, sin arnés y sin red.