jueves, 1 de marzo de 2012

Noche sin clausura de Laura Giordani


Tres poemas del libro:

Estas cuencas que se alzan
y no te ven, alojan
dos lunas muertas.

Nos parecemos:
con la luz del vocablo
yo te alumbro
luna para otros, rayo
extenuado pernoctando en mi frente.

Lo demás para las dos
es fulgor prestado, noche
sin clausura.

[Luna de una ciega]


 
Este cielo –archipiélago encendido sobre los cráneos- será prodigio renovado cada noche, mientras los ojos se abran al fulgor que llega tardío a las retinas, fogata de un náufrago muerto hace tiempo. Nuestras cuencas rastrean algún signo, alguna hoja de ruta en los astros convalecientes de un esplendor remoto, como si custodiaran algo que nos pertenece en su pulso quebrado por la longitud del viaje.

Traducimos en belleza ese furor de polvo y gases y luz a la deriva: diáspora que sólo encuentra permanencia en nuestra frente.


[Cielo nocturno]


Suspendidos en la pelvis, dos frutos custodian las semillas con la luz opalina de sus yemas. Arca de los nacimientos, almácigos con todas las edades a cuestas, resistiendo en la penumbra la extenuación de las fuentes con el hálito de la sangre y la sola determinación de su seda.
La luna alza sus racimos en la tierra y hunde en el vientre de cada mujer sus esquejes, orbita el sueño de la materia, el mandato de nacer y morir desovando veintiocho soles muertos.

La humanidad estiba todo su polen: los por nacer, los que nunca asomaron, en dos barcas blandas diminutas como almendras.

[Ovarios]


 

Del prólogo de Mariel Manrique:


Laura escucha la respiración de la tierra bajo la que tiembla un mundo. Ejecuta una delicadísima tarea de arqueología, exhumando lo que debe tatuarse en la memoria. Lo hace con la serenidad que destilan las imágenes pintadas por Fra Angelico y la determinación infatigable de quien no puede sino hundir sus manos en la noche más negra, para arrancarle los destellos que nos permitan seguir de pie. En los poemas de Laura no hay impostura, prótesis ni ornamento; no tienen flecos ni sobras, no hay exceso. Han sido cincelados amorosamente, con toda la ternura y la fiereza de la que el amor es capaz. Los poemas de Laura no son artefactos. Son la resistencia convertida en acto poético puro por una mujer que salta sin soga, sin arnés y sin red. 

 

4 comentarios:

Amelia Díaz dijo...

Siempre me llega muy adentro la poesía de Laura.
Hoy, sobre todo, la de los ovarios, me impacta cómo los llega a describir con tanta poesía.

Me alegra mucho, también, la existencia de esta línea, de este blog.

Besos,
Amelia

Mar Benegas dijo...

Gracias Amelia. Es cierto, la poesía de Laura hace vibrar las fibras más soterradas de nuestro imaginario poético.

Un abrazo.

Víktor Gómez Valentinos dijo...

excelente, qué buena noticia!!!

leonardo dijo...

poesía "cincelada amorosamente" como dice Mariel Manrique y cuya delicadeza y fuerza calan en lo hondo.