sábado, 16 de octubre de 2010

Sobre "Niña pluma, niña nadie", de Mar Benegas. Por Rebeca Álvarez Casal del Rey

La lectura de Niña pluma, niña nadie provoca la sensación, tan placentera como inusual (o tan placentera, precisamente, por lo inusual), de estar ante un trabajo bien hecho.

No se le ven las costuras, no le sobra un plano. Escrito con iguales dosis de madurez y frescura parece nacido, entre otras muchas cosas, de la cristalización de noticias de telediario. Aunque hay que añadir que, con su personalísimo e inteligente uso de la ironía, Mar Benegas da una vuelta (o varias) al concepto de denuncia.

Los niños toman la palabra, en primera persona del plural. Testimonio de la víctima más frágil de todo conflicto. Hoy, ayer, siempre. En todo lugar. Y, sin embargo, hay esperanza.

Con mucha hondura pero en cambio, si se relee una y otra vez, no es porque ninguna densidad dificulte su comprensión. Es para saborearlo del todo, más despacio, después de haberlo bebido de un trago la primera vez.

“y entre escombros
tocó con sus dedos
-siempre-
una ligera esperanza”

Sobre "La mujer anochecía" de Ada Menéndez. Por Rebeca Álvarez Casal del Rey


Si hay un adjetivo para definir la poesía de Ada Menéndez ese es valiente. Sin duda. Porque valiente es el que corre un riesgo, el que experimenta sin complejos, el que se expone sin la coraza de las referencias culturales. El que bordea los límites. Y los ensancha.

Hace aterrizar un ovni en su balcón, entre geranios y petunias, renunciando por igual a la puntuación y al discurso edulcorado. La expresividad está ahí, es el propio poema el que marca sus pausas, son las palabras las que exclaman sin necesidad de los signos.

Esa escritura tan coloquial y en cambio tan pulida, tan absolutamente propia. Tan mujer. Porque la escritura de Ada es mujer.

La mujer anochecía está escrita –descrita– desde la emoción. Desde lo cotidiano, la rabia, el deseo, el dolor de ovarios. Tan lejana a esos tiempos en que el estereotipo de lo femenino, en poesía (como en todo), lo marcaban los hombres.



Dices que estoy en uno de esos días tan de nosotras (Ada Menéndez, "La mujer anochecía")

Dices que estoy en uno de esos días tan de nosotras
tienes razón
quiero ahogarte con la almohada darte un golpe seco
asfixiarte dejarte sin dientes
estoy en uno de esos días donde la delincuencia se me escapa
flotar en la bañera con mis ovarios hinchados y doloridos
deseo arrancar el sol del cielo escupir sobre el uniforme a rayas de la cajera
mi cuerpo sexy se ha escondido bajo un vestido negro
el pelo está grasiento no hay champú que limpie tanta mala leche
tienes razón estoy en uno de esos días tan de nosotras
uno de esos días
tan míos

Si me rescatas del frío (Ana Vega, "Breve testimonio de una mirada")

Si me rescatas
del frío,
prometo abandonar
el invierno
para siempre...

Sobre "Breve testimonio de una mirada", de Ana Vega. Por Rebeca Álvarez Casal del Rey

¿Quién no ha sentido alguna vez ese vacío que deja un abrazo tras una despedida? El olor, cada vez más difuminado, que deja en nuestras sábanas la ausencia. La piel y su memoria, sin huella, que se va confundiendo despacio con el roce de la ropa. Los brazos, finalmente, rodeados sólo por el aire.

De eso, y de muchas más cosas, nos habla Ana Vega en Breve testimonio de una mirada; a través de poemas depurados y sin apenas adornos. Hablar del deseo, con semejante contención formal, es una apuesta tan atractiva como arriesgada. Y la gana.

El invierno parece nacer del hambre, el desasosiego y el frío que provoca la ausencia; de ese único plato sobre la mesa del que nos habla. Y del silencio. De la ansiedad de saborear sin el sentido del gusto, de acariciar sin tacto. De no poder besar.

Todo ello contrapuesto al vértigo que produce la proximidad. A esa necesidad, tan vital e imperiosa, que provoca el amor.


                                                          

viernes, 15 de octubre de 2010

Sobre "Con voz de punta" de Estrella Juárez. Por Rebeca Álvarez Casal del Rey

Con voz de punta irradia ternura y nostalgia, huele a casa de campo con muros de piedra y a trigo. Con la mirada a mitad de camino entre el futuro y esos montes que nunca volverán. Porque hay verde, mucho verde (que te quiero, verde). Verde hasta en los ojos. Nada Madrid es este poemario, nada urbano. De hecho, deja sed de vacaciones en el norte.
En este su primer libro Estrella Juárez reflexiona sobre el origen, el legado generacional y la maternidad. Es atemporal, tiene ese toque clásico, con tintes costumbristas, que lo sitúa fuera de etiquetas al uso.
La hija que se metamorfosea en madre, dando un giro así a la identidad y a la relación con el propio nombre. La reflexión sobre la escritura, mucha metapoesía hay en estas páginas. El amor... Y detrás de cada poema se esconde algo inquietante, apenas insinuado, pinceladas que dan un toque oscuro (y mucha enjundia) a Con la voz de puna.