lunes, 5 de marzo de 2012

El Diluvio de Luci Romero

Del prólogo de Raúl Quinto:

Este libro no está escrito por aquellos que sobrevivieron al diluvio, está escrito por esos otros que fueron atravesados por la lluvia hasta la desaparición, y que entre tanta agua no pudieron sentir otra cosa que sed. La sed, la soledad, el abandono, el exilio, la fiebre. Y la más pura rebelión. Porque ante la inevitabilidad de las cosas Luci Romero dice que no. Dice que la inercia no funciona, que todos los muros acaban cayendo. Que se puede romper con las manos el espejismo del desierto.




Tres poemas de El Diluvio:

ÁRTICO

Hay una luz vacía de memoria,
ejecutamos maniobras
contra el tiempo:

medirlo y no entenderlo,
y percibir su duración
y llegar a su origen.

Cuántas veces
he descendido −ese frío ártico
parece no importarles, ese filtro
azul fotográfico.
Toda imagen cambia,
mi cuerpo se doblega
y cruza una frontera de pigmentos

incoloros,

azul ártico.

Y PARECE PENUMBRA

Barrer la voz que apenas nos pertenece,
sabiendo que alumbramos un desastre.

No cesa
la lluvia tras el frágil augurio,
porque penumbra y hojarasca
no sólo imitan el canto,
tal vez,
escondan su universo oxidado.

El vuelo
y su constancia de migración,
pertenecerán a otro gesto.

Tu voz no anidará en mi garganta.


CANCIÓN PARA KEATS

El hueso, ahora, no sirve,
la humedad sigue naciendo esta noche en mi boca.
Un contrabajo se tambalea dentro,
rasga toda la furia.

(Aquellos hombres arrancaban todas las viejas traviesas
de aquel inacabado carguero que regaba el mar,
allí, donde nadie excavaba surcos en las calles espejo,
tu dijiste:
En otras ciudades esos surcos permanecían.
Ellos tapaban la tierra.
Negaban la raíz del eje por donde necesitaban circular.

Un día, una distancia inversa, aquel tramo de tiempo se quiebra.
Oxida la música, y la lluvia negra quema la ciudad,
mientras aquellos hombres duermen.)

Y es aquí,
mecida tras tu espanto, cuando
ese contrabajo soy yo, y todo muere en mi nuca.