miércoles, 29 de septiembre de 2010
Fragmento del prólogo del libro de Ana Vega, "Breve testimonio de una mirada", por Francisco Alba
El estilo de Ana Vega es seco, carece de adornos. Su cuerpo es elocuente. Las palabras caen una a una como lágrimas o gotas de cera. Tenemos que aguzar el oído para escuchar esos silencios que se agazapan entre las palabras, entre los versos. Son silencios que pesan. A nuestra poeta le gusta la economía en la expresión y la intensidad. No podría ser de otra manera en alguien que escribió con una desnudez y una desolación que recuerdan a Samuel Beckett: “Nacemos y morimos solos, ya está, eso es todo. Nada antes de nacer, nada después, apenas nada tampoco mientras tanto. Nada entonces.”
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