los niños siempre tenemos hambre
y comemos serrín o cristales
según el día lleve zapatos
o venga vestido de brumas
es entonces que vivimos sin cobijo
los pedales y la cesta,
las rodillas se doblan
y acontecen como un júbilo
es entonces que sólo la palabra
como una medalla en el pecho
puede salvarnos
inventar la realidad, otra,
súbita y poderosa,
que dé nombre a las cosas
nombres nuevos
para los cuerpos y bicicletas
que no nos duelan tanto
y es ella, la palabra
la que rige este mundo imaginado,
anidando como pájaro de hojas
es ella la que nos salva
cuando la escribimos con tiza
por las calles de los pueblos
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