jueves, 16 de diciembre de 2010

Fragmento del prólogo de "Suponiendo la cicatriz como posibilidad de la herida", por Julieta Valero

Pero no crea el lector que va a encontrarse con un universo de abstracciones derivativas y grandes conceptos, urgidos a añadir gramaje artificiosamente a una presentación en sociedad. Los intereses y capacidades de quien mira por detrás de estas páginas cogen impulso en el duro suelo. Se trata de una estirpe de mirada en la órbita (tan deseable y tan infingible) de, por ejemplo, René Char quien, refiriéndose a la búsqueda del misterio de lo poético afirmaba “Existe más bien otro lugar, muy cerca de mí, que la poesía me revela, algo cuyo límite no puedo dejar de recorrer (...) mientras que el ser humano pone en lo imaginario solamente lo que él puede ver, mi imaginación me llevaría más bien a acercarme a la realidad, tan enigmática y fulminante. Mi imaginación no me conduce nunca a la evasión”.
(...)
Con un lenguaje valiente y un descaro verbal que se fundamenta en su perentoriedad; con una conciencia que, desde la asunción de lo simbólico tradicional, genera polisemias igual de potentes en cada una de sus bifurcaciones, y con un sentido de la ironía que sólo nos distancia para acercarnos mejor,  la voz con la que vamos a dialogar, nos ensancha y nos insta a des-temer el ejercicio de la lucidez. Una voz que susurra reciamente que los problemas siempre vienen de la luz y (del espejo)… La buena poesía, la que desciende, modificante, hacia nuestro interior, también.

Julieta Valero

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